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Exámenes, estadísticas y otras distracciones

Anotado por Emilio

Como os contaba en su día, este curso he dejado la dulce vida de becario para ser profesor, y poco a poco me voy empezando a dar cuenta de como se ven las cosas desde el otro lado de la barrera. He descubierto que el alumno que siempre pregunta es una persona aplicada a la que le motiva la materia y no un asqueroso empollón, como siempre he pensado, y que no es que el profesor sea un inútil que repite cienes de veces una muletilla, sino que el alumno que las cuenta es un pedazo de cabrón que no tiene otra cosa en que fijarse. El haber llegado a estas conclusiones no es que me guste precisamente. Cualquier día me sorprendo viendo esa parte del telediario que va antes de los deportes o echándole la bronca a algún chaval por mear en un portal en vez de alzar la copa a su salud o ponerme a la cola esperar a que termine para ocupar su lugar. Sí amigos, creo que me hago viejo. Aunque claro, peor sería estar casado y apuntado a bailes de salón (hola, Carlos).

El caso es que yo venía a hablar de una de esas facetas que, como la sodomía, personalmente nunca me gustará, pero cambia ligeramente dependiendo de en que lado estés. Los exámenes. Por el A.A.M. (algoritmo de asignación de marrones, algún día tendré que formularlo) me ha tocado vigilar un par de exámenes de más esta convocatoria. Y no veáis que coñazo interminable.

Esa característica (la de interminable, no la de coñazo) es precisamente la primera y puede que más significativa diferencia entre la visión estudiantil y la profesoril. Lo que para el alumno son unos minutos que pasan volando sin apenas tiempo para hacer todo lo que le dicen, para el profesor son largas horas en las que no tienes absolutamente nada que hacer ni que decir. Creo que esto tiene que ver con la transformación de Lorentz y la teoría de la relatividad. Si no está bailando el tango con su mujer y una panda de jubilados, igual Carlos nos lo puede explicar.

Ante el aburrimiento que supone para el abnegado profesor estar varias horas sin hacer nada (y no lo olvidemos, sin internet, así que no vale hacer lo mismo que todos los días), es donde agudizamos esas mentes de pseudo-científicos, utilizándola por primera vez desde que dejamos de ser becarios. Lo primero que se le ocurre a uno es hacer lo mismo que los chavales cuando les dan clase y se aburren. Fabricar bolitas de papel, buscar al alumno más concentrado, lanzársela en toda la frente y ponerte a silbar. Pero claro, aquí vas con desventaja porque no tienes una masa en la que ocultarte y te suelen pillar. Sobre todo siendo la única persona encima de la tarima. La parte buena es cómo agachan la cabeza cuando les pones cara de: "Vamos, alégrame el día. Hoy todavía no he puesto ningún cero ."

Otra posible fuente de entretenimiento, y sé que más de uno es lo primero que habéis pensado, es admirar el género femenino. Todos sabéis la cantidad de féminas que pueblan la mayoría de titulaciones técnicas, así que cómo os imaginaréis esto da para tus buenos dos o tres minutos entretenido. Hasta cuatro si hay alguna por las últimas filas y tienes que entrecerrar los ojos para verlas. Pero poco más.

Una vez hemos cubierto nuestras facetas más significativas, el crío inmaduro y el adolescente enfermo, pasamos a dedicar el resto del tiempo a alguna actividad que no lleve asociado un encefalograma plano. En mi caso, la estadística. ¡Oh, la estadística! ¿Quién no ha disfrutado con esas distribuciones normales y esos estimadores bayesianos? ¿Quién no se ha emocionado calculando la esperanza y varianza matemáticas de un suceso aleatorio? Aunque a priori suena complicado, no conviene dejarse engañar por charlatanes que dedican sus tesis a esos menesteres (¿eh, Pepe?). Como experto en la materia os garantizo que para la estadística sólo hace falta saber contar, multiplicar y, si me apuras, dividir llevando (por cierto, ¿en la LOGSE todavía se dice lo de llevando?). Pasemos pues al exhaustivo análisis realizado durante la elaboración del examen:

  • El estudio ha sido realizado sobre una población de 46 seres humanos, o sucedáneo, que se presentaron a la prueba escrita del examen en cuestión.
  • De éstos, 7 sujetos (15.2%) eran zurdos o ambidiestros, pues escribían con la mano izquierda. Cómo es sabido que los zurdos vamos a dominar el mundo, siempre me gusta contarlos, para saber entre cuantos vamos a repartir. Algunos de los individuos sometidos a estudio no escribieron nada durante las 3 horas de duración del examen, así que no podemos descartar que pertenezcan a este grupo. Estaremos atentos a ellos, puesto que lo que sí garantizo es que tendrán que volver a hacer este examen.
  • 19 pobres infelices (41.3%), llevaban gafas. Bien esas pizarras universitarias, haciendo funcionar el complot urdido por los centros ópticos. Por un mundo miope, estudie una carrera larga.
  • De los 46, nueve o diez (19.6-21.7%) eran del género femenino. Me habría tenido que acercar sospechosamente a uno de los sujetos para cerciorarme completamente. Hube de abortar la operación. Por fines exclusivamente científicos realicé inspecciones oculares exhaustivas, tomando apuntes, de algunas de los sujetas, aunque no son objeto de este estudio.
  • 10 (21.7%) eran precavidos. Llevaban su botellín de agua por si les entraba sed al alargarse el examen. ¡Bien por ellos! 2 (4.3%) eran directamente exagerados, llevaban botella de 1.5L. O eso o se presentaron al examen con un resacón del 15 (32.6%... ups, la costumbre). Si es así, ¡mejor por ellos!
  • Para cerrar esta disertación, entramos en uno de los puntos más complejos del estudio, que pretendía verificar el "Principio de descapotabilidad" formulado por varios autores. Dicho principio, todavía sin demostrar, asume una proporcionalidad inversa entre la dificultad de los estudios que lleva a cabo un sujeto y la cantidad de tejido capilar en su cabeza. Podemos garantizar sin temor a equivocarnos que uno de los examinados era calvo. Pero calvo, calvo. De los restantes, tenemos varios sospechosos. De entrada, 5 (¡cinco!) rapados a cuasi-cero. Uuuuuy, ¿en pleno invierno? Tíos, a mi no me la coláis. Os mantendré vigilados. Después teníamos a uno con gorrito. Uuuuuuy ¿en pleno veran... digo, con la calefacción puesta? Tío, a mi no me la cuelas. Te estaré controlado. Y por último, teníamos a uno que, cada 2 o 3 minutos, se daba tironcitos en la cabeza y se miraba la mano a ver cuántos pelos se le quedaban en ella. Independientemente de si lo contamos como calvo o no, tío, ¿de verdad que este es el momento? ¿En mitad de un examen? Luego vienen a la revisión: "Es que el examen era muy largo"... ¿Y que le digo?: "Sí, la verdad es que dejamos poco tiempo para que terminéis la higiene personal. El próximo examen, estamos planteándonos además de calculadora, dejaros usar peine". Él pensará: "¡Cabrón!" Y yo: "¡Calvo!" Resumiendo, de momento hay que admitir que lamentablemente somos incapaces de demostrar (aunque tampoco podemos refutar) el Principio de Descapotabilidad (calvos 1-8: 2.2-17.4%).

Cómo conclusión, podemos deducir que si no eres zurdo, ni llevas gafas, ni eres mujer, ni llevas un botellín y estás haciendo un examen de una carrera técnica, amigo, lo tienes jodido. O eres, o te vas a quedar calvo. ¡En verano rápate y en invierno cómprate un gorro!

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7 Comments:

15/2/07 20:56: Anonymous Anónimo said...  

jeje, yo creo que el que llevaba gorro tenia las chuletas dentro, y el que se miraba la mano tenia las chuletas en la mano. Yo tambien he sido profe, pero de secundaria, y no me fio de nada.

15/2/07 23:44: Blogger Carlos said...  

Muy bueno Emilio, me ha encantado.
Y por alusiones, sí lo confieso, me gusta bailar e irme de fiesta, ya sabes que cuando hemos salido de fiesta no me quedo apoyado en la pared moviendo rítmicamente la cabeza con un cubata en la mano como tan bien sabes hacer tú, :P

En cuanto al AAM, todos sabemos que es mi secreto mejor guardado, ya que si lo aplican varios perdería su efectividad y podría caerme a mí algún marrón. Pero enhorabuena tú sigue así que a los demás nos va genial.

Y sí Emilio lo he hecho, he calculado el porcentaje de alumnos que ni son calvos, ni llevan agua, ni mujeres, ni gafas y tampoco son zurdos sale un 28% conclusión: Deberías dejarle a pepe lo de las estadísticas :D

A ver si escribes otro pronto

16/2/07 08:30: Anonymous Anónimo said...  

Je,je, muy bueno.

Por cierto, no te habría venido mal contar cuantos no escribieron nada durante el examen. Quizás, para nuestra sorpresa, no sea el mismo número que el de examenes en blanco...

16/2/07 10:56: Blogger KikoLlan said...  

Emilio, el estudio estadístico es digno de la portada de la GU o de 20 minutos :-)

16/2/07 16:02: Blogger Emilio said...  

Vaya, veo que soy un confiado. 2 comentaristas, el 50% :), sugerís que copiaban. Pues lo cierto es que no vi nada, pero vamos, podría ser. He de reconocer que en ese aspecto (y en muchos otros) puede que aún me falten tablas.

Carlos, sí, te gusta bailar, pero mi idea de fiesta no incluye moverme al son de "los pajaritos" con gente que, cómo mínimo, podrían ser mis padres. Además, lo de bailar es para ligar, ¿no? Si ya estás casado... Y, por otro lado, pensándolo bien, no eres zurdo, ni mujer, ni llevas gafas... ya se porque quieres manipular mis infalibles cálculos :)

16/2/07 16:29: Blogger Carlos said...  

Sí kiko, como para fiarse de las estadísticas de 20 minutos...

Sí, bailar también viene bien para ligar, a ver si te animas que aún quedan plazas libres, Emilio.

17/2/07 08:54: Anonymous Anónimo said...  

Decepcionado porque cierres tu blog... así no me animas a que me pase a este tipo de blogs, al que sigo por verle la ventaja. Me encuentro con que te has vuelto un despiadado que no dejaría copiar ni a una chota con escote a cambio de verle las berzas (rollo Mauricio Torrente). Muy buena la definición de tu estilo de baile... Pero le falta incluir que cuando llevas más de 6 whiskies ya te sueltas a lo Gloria Gaynor

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